YO SOY EL QUE SOY

Éxodo 3:14-15 Nueva Versión Internacional (NVI)

— “Yo soy el que soy —respondió Dios a Moisés—. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: “Yo soy me ha enviado a ustedes.” Además, Dios le dijo a Moisés:
—Diles esto a los israelitas: “El Señor, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado a ustedes.
Éste es mi nombre eterno; éste es mi nombre por todas las generaciones.”

Una vida cristiana de éxito comienza con el conocimiento de Dios. En esta Palabra, Dios revela parte de su naturaleza y carácter.
Conocer verdaderamente a Dios debe afectar nuestra conducta. Encontraremos algunas claves para hacer más fructíferas nuestras vidas.

-        Debo comprender que Dios es. Su nombre es “Yo soy el que soy”. Confía en este fundamento, apóyate y descansa en El.

En Exodo cap. 15, vrs 25 y 26 dice la Palabra de Dios:
“Moisés clamó al Señor, y él le mostró un pedazo de madera, el cual echó Moisés al agua, y al instante el agua se volvió dulce. En ese lugar el Señor los puso a prueba y les dio una ley como norma de conducta. Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la salud.»


Recibe a Dios como “El Señor que te sana”. Sanar es un atributo de Dios; su voluntad es restaurarte. Jesús cargó en la cruz con tus enfermedades y dolores, por sus llagas puedes ser sanado ahora.

“Él fue traspasado por nuestras rebeliones,
    y molido por nuestras iniquidades;
sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz,
    y gracias a sus heridas fuimos sanados.” (Isaías 53.5)

Exodo 17.15: “Moisés edificó un altar y lo llamó «El Señor es mi estandarte."
Entrégate a Dios porque el Señor es tu bandera. Cuando te rindes a El, triunfas en la batalla contra la carne. Entrégate ahora, díselo con tus labios.

Exodo 31.13 dice:
“Diles lo siguiente a los israelitas: “Ustedes deberán observar mis sábados. En todas las generaciones venideras, el sábado será una señal entre ustedes y yo, para que sepan que yo, el Señor, los he consagrado para que me sirvan.”
Sigue a Dios quien es el Señor que te santifica. El te ha apartado, te ha consagrado para sí mismo. Su vida en nosotros hace posible nuestra santidad.

“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1ª Pedro 2.9).

Dios nos ha llamado a la santidad, a ser personas apartadas para El y sus propósitos. Dios quiere que su pueblo se distinga claramente del resto del mundo por su pureza y convicciones; que sea diferente por la forma en que piensa, vive y actúa. Esta diferencia debe ser bien visible y dar la Gloria a Dios.

Dios nos trata a nosotros diferentes que como trata al resto del mundo. En Exodo 8, 9 y 10 cuando Dios derrama sus plagas en Egipto, esas plagas no tocaron al pueblo de Israel. Sus aguas no se contaminaron, los piojos no los tocaron tampoco las ranas, cuando había la plaga de oscuridad, en las casas de los israelitas había luz, cuando murieron los primogénitos de Egipto, los primogénitos de Israel tenían vida.

 En Exodo 11.7 dice: “Sin embargo, entre los israelitas habrá tal tranquilidad que ni siquiera un perro ladrará. Entonces sabrán que el Señor hace una distinción entre los egipcios y los israelitas.”

Esto debemos entenderlo bien, Dios nos trata diferente que al resto del mundo.

Cuando Dios iba a ejecutar su juicio sobre Egipto matando a los primogénitos, mandó a Moisés que los israelitas celebren la Pascua. Debían matar un cordero y con la sangre del cordero untar los postes y los dinteles de las puertas de sus casas.

De esta manera cuando pasara el ángel exterminador, al ver la sangre del cordero, seguiría de largo. Esto lo podés leer en Exodo 12.



1ª Pedro 1.18 al 19 dice:  Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata,  sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.”

Exodo 19.5 dice “Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva  entre todas las naciones.
Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.”

Si quieres convertirte en alguien especial para el Señor debes obedecerlo. Obedecerlo. No basta con declarar que El es tu Señor y Salvador, si Jesús es tu Señor, debes obedecer su Palabra y así serás alguien especial para El.

En Exodo 21.5 dice la Palabra de Dios:
“Si el esclavo llega a declarar: “Yo no quiero recobrar mi libertad, pues les tengo cariño a mi amo, a mi mujer y a mis hijos”,  el amo lo hará comparecer ante los jueces, luego lo llevará a una puerta, o al marco de una puerta, y allí le horadará la oreja con un punzón. Así el esclavo se quedará de por vida con su amo.”

Los esclavos comprados por los hebreos durante 6 años le servían a su amo. Al sexto año podía quedar libre, pero si quería seguir siendo esclavo por amor le horadaban la oreja junto al poste y se quedaba de por vida con su amo.
Conviértete en un esclavo de Jesucristo! El abrirá tus oídos para que escuches su voz con claridad y comprendas su mensaje. El llevó las marcas del amor por vos y por mi en sus manos, en sus pies, en su costado, en su cabeza. No podemos ser menos nosotros y querer que Dios nos bendiga sin ser esclavos de El.

O sirves a Dios, o sirves al Diablo, no hay término medio. Somos llamados a ser esclavos de Jesucristo, siervos de Jesucristo.

 Exodo 32.25 al 29: “Al ver Moisés que el pueblo estaba desenfrenado y que Aarón les había permitido desmandarse y convertirse en el hazmerreír de sus enemigos, se puso a la entrada del campamento y dijo: «Todo el que esté de parte del Señor, que se pase de mi lado.» Y se le unieron todos los levitas.
Entonces les dijo Moisés: «El Señor, Dios de Israel, ordena lo siguiente: “Cíñase cada uno la espada y recorra todo el campamento de un extremo al otro, y mate al que se le ponga enfrente, sea hermano, amigo o vecino.” » Los levitas hicieron lo que les mandó Moisés, y aquel día mataron como a tres mil israelitas. Entonces dijo Moisés: «Hoy han recibido ustedes plena autoridad de parte del Señor; él los ha bendecido este día, pues se pusieron en contra de sus propios hijos y hermanos.»

Ustedes saben que Moisés estaba durante 40 días en la montaña donde Dios le hablaba; durante ese tiempo el  pueblo le dijo a Aarón no sabemos qué le puede haber pasado, hagamos unos dioses… y así hicieron el becerro de oro y se entregaron al desenfreno y a la idolatría.
Dios ejecutó su juicio ese día en medio de su pueblo con aquellos que no se plegaron al pecado de idolatría.
Por eso sé celoso de la santidad de Dios. El honra a aquellos que le honran.
Sé celoso en tu propia vida primero que nada. No te permitas el lenguaje obsceno ni que tu mente se entregue a pensamientos idólatras o a desvaríos en los argumentos de la carne y de la sabiduría terrenal.
Llena tu mente de Cristo, llena tu mente, tu corazón de la Palabra. Con aquellos que moran bajo tu techo no permitas que contaminen la atmósfera de tu casa con palabras sucias y cosas que no honran a Dios.

Sé celoso de la santidad de Dios y El te honrará.

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